Debemos copiapegar esta funesta noticia de ELDIARIO.ES ,
La noticia cayó como una espada fría
clavándose en sus espaldas. Tan fría como la amenaza de estar perdiendo
el tiempo que podría salvar la vida de su hija o al menos mitigar la
enfermedad que esté sufriendo. El mismo día en el que Izar, de dos años y
medio, y su madre Julud estaban preparadas para partir de Gaza a un
hospital de Jerusalén Este, la oficina palestina encargada de coordinar
los permisos israelíes de salida les comunicó que no habían obtenido la
aprobación.
"Está siendo comprobada la situación de
seguridad de Izar Atawna y Julud Atawna –parafrasea Julud–. Eso fue lo
que nos dijeron".
Tras esas palabras, un extraño silencio llena la
habitación de la casa, de una sola planta, situada en el bullicioso
campo de refugiados de Yabalía, en Gaza. La frustración y tristeza de
Julud, madre de Izar, y Basel, el padre, dibujan sus rostros. Llevan más
de un año y medio buscando tratamiento para su hija. Ni siquiera han
logrado obtener un diagnóstico en Gaza. lzar antes se ponía de pie,
ahora no puede; comía, ahora le cuesta tragar; balbuceaba sonidos
cercanos a las sílabas, ahora solo emite quejidos.
"Soy el padre de esta niña y quiero ofrecerle todo lo que tengo para que
reciba tratamiento. Hacer algo por ella. Pero los obstáculos son
superiores a mis capacidades. Es un obstáculo hecho por un Estado de
ocupación", denuncia el padre a eldiario.es.
Varios doctores, ningún diagnóstico
Sentados en colchones sobre el suelo, los padres de Izar cuentan el
historial médico de su hija. Las decenas de visitas a clínicas y
hospitales; los síntomas que tiene y la regresión que sufre.
La niña está presente. La han sentado también sobre uno de los
colchones, apoyando su espalda en la pared, y le han colocado dos
almohadones a sus lados. Izar no puede mantenerse erguida y su espalda
va deslizándose poco a poco hacia abajo. Cuando siente que la postura le
incomoda, gimotea. Su madre la reincorpora y con una mano le sujeta el
cuello para que la cabeza no caiga bruscamente a un lado.
"Cuando tenía unos ocho meses notamos que tenía un retraso en sus
movimientos y en el habla", relata Basel. "Fuimos a un médico privado
que decidió hacerle una serie de análisis y una resonancia magnética".
Al ver los resultados, el médico prefirió consultar con varios de sus
colegas que, finalmente, decidieron prescribirle vitaminas. "Los médicos
nos dijeron que le faltaba vitamina D", apunta la madre.
En los campos de refugiados de palestinos apenas hay espacio entre una
casa y otra. Las calles internas son tan estrechas que se circula en
fila india. Si llega una persona en dirección opuesta una de las dos ha
de apartarse. La luz solar escasamente penetra por las ventanas. Pero
ese no parecía ser el problema que sufría Izar.
"No
mejoraba y la llevamos a otro médico, también privado, y nos dijo lo
mismo", recuerda Basel. "Luego fuimos a un hospital pediátrico público.
Ahí, un médico, dicen que el mejor en Gaza, especializado en neurología
pediátrica nos dictó como diagnóstico ‘parálisis cerebral".
Los padres y otros médicos dudaron: Izar puede mover sus piernas levemente y sus manos. Eso sí, cada vez con mayor dificultad.
"No hay un diagnostico médico preciso", dice la madre. "Varios médicos
nos negaron lo de la parálisis y nos dijeron que se le está deshaciendo
la sustancia blanca. Otros dicen que el líquido alrededor del cerebro es
escaso. No hay nada seguro".
Izar está empeorando.
Su madre explica que, hace unos meses, comía bien y sin problemas
aparentes. Hoy en día casi no puede tragar el agua, mucho menos comida
que no contenga líquidos, por lo que la niña también está perdiendo
peso.
"Ayer estuve llorando", continúa la
madre. "Veo cómo mi hija empeora y empeora y no podemos hacer nada. Los
médicos en Gaza no nos están sirviendo de nada. No están preparados para
esto, no saben qué hacer".
El tiempo y el bloqueo, enemigos de Izar
El tiempo, la falta de profesionales médicos preparados y del material
necesario, juegan en contra de la vida de la niña. Gaza sufre un bloqueo
desde hace 10 años, aunque la falta de libertad de movimiento para sus
habitantes existe desde hace muchos más.
Precisamente
por eso, por la imposibilidad de entrada de personal preparado que
forme a médicos y médicas, así como que el personal sanitario salga de
Gaza a formarse en otro país, hace que los diagnósticos sean pobres e
inexactos. La única solución es que Izar sea tratada fuera de la franja.
"Llevamos un año y medio de análisis inútiles. Un año y medio de su
vida que se ha ido", lamenta Basel, el padre. Espero que se abra una
ventana para que la niña y su madre salgan y pueda recibir tratamiento
lo antes posible".
"Está empeorando más y más. Tiene
también hipotermias", añade Julud, la madre. "Eso hace que suban mucho
las enzimas del hígado. Incluso ahora las tiene altas". Julud es
enfermera y lleva dedicándose enteramente a su hija desde que percibió
que algo no marchaba bien.
Los padres de Izar en
estos momentos están intentando conseguir otra cita médica para el mismo
hospital de Jerusalén Este al que no pudieron acudir tras recibir la
negativa de las autoridades israelíes para salir de la franja de Gaza a
través del paso fronterizo de Erez. Una vez la consigan, la Autoridad
Palestina se encargará de todos los gastos de la referencia del
tratamiento en el exterior, excepto el transporte. Pero todavía deberán
superar el obstáculo más complicado.
"Con la cita del
hospital iremos al Ministerio de Asuntos Civiles en Gaza para que se
encarguen de la coordinación de seguridad con Israel, esperando que no
nos vuelvan a parar ahí", apunta Basel. "Es su derecho tener un
tratamiento, el mejor. No es justo que Izar esté encerrada en la franja
de Gaza".
Basel mira a su hija, intentando esconder
su cara de preocupación, le sonríe. Izar le responde con una mirada
colmada de felicidad y le devuelve una amplia sonrisa, acompañada de un
gorjeo que sus padres traducen como sus carcajadas. Luego Izar abre la
boca, con todas sus fuerzas, como queriendo decir algo. La abre más y
más, aunque finalmente no logra emitir ni un leve sonido.
Sus padres entrecruzan una mirada. Una mirada de impotencia.
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